Más móviles que españoles

En España ya hay más teléfonos móviles que habitantes. Unos doscientos mil más. Es decir que muchos españoles tienen dos, tres o más móviles en su haber. Como aprendimos con las estadísticas sobre el consumo de pollo, alguno ni lo huelen y otros, se comen dos todos los días.

También es seguro que los cientos de miles de inmigrantes no regularizados, no contabilizados en el censo, sean los consumidores más entusiastas del móvil. Para ellos, en permanente movilidad, es el único medio de comunicarse con su familia y el mundo que dejaron en África o en el Este.

Pero a esas cifras sorprendentes, habría que sumar además los millones de teléfonos fijos que aún resisten en la mayoría de los hogares españoles gracias a las líneas adsl para internet y las televisiones por cable. En resumen, un mundo de comunicaciones impensable hace tan sólo quince años, una revolución histórica de las comunicaciones y de las costumbres.

¿Se imaginan un «apagón de móviles»? ¿Es posible a estas alturas un mundo sin móviles? ¿No poder cambiar de móvil o de operadora cada año o seis meses? Sería igual o más grave que quedarnos sin agua en el grifo o sin suministro eléctrico. Sin móviles desaparecerían miles empresas y negocios sustentados en este ya imprescindible apéndice humano.

Ante tan espectacular cambio tecnológico y antropológico, cabe preguntarse si se corresponde en igual proporción con un aumento de auténtica comunicación, entendida como intercambio de ideas y experiencias entre las personas.

Oyendo las conversaciones más usuales a través del teléfono móvil y comprobando en la calle como es usado y para qué, uno duda que hayamos avanzado tanto en comunicación humana como en móviles per cápita. El medio es cada vez más determinante que el mensaje y que su contenido.

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